La Fête Guede: Las Animas de Collins Avenue

A principios de noviembre, los practicantes del vudú se visten de blanco, negro y purpura para honrar la familia más numerosa dentro de la cosmovisión haitiana: los guede, o espíritus de la muerte. Entre sincretismos y costumbres transatlánticas, la Fête Guede, o fiesta de los muertos, congrega a creyentes y curiosos en las calles del país antillano en una alegre procesión con único destino, el cementerio, hogar de los ancestros y dominio del espíritu patrono de la ocasión, el Barón Samedi.

Al igual que otras tradiciones vudú, la Fête Guede ha sido llevada por la diáspora haitiana a diferentes lugares del mundo, incluyendo Miami.  Este año, una de las celebraciones tuvo lugar el sábado 29 de octubre en el Miami Beach Bandshell, un recinto para eventos culturales en Collins Avenue.

“La Fête Guede es la celebración de nuestros ancestros, en la cultura vudú. Nosotros tenemos mucho respeto por ellos, ya que nuestras costumbres están basadas en largas tradiciones. La fiesta es una celebración masiva en Haití, y ahora está empezando a serlo en Miami,” dice Manny Millen, director del Miami International Voodoo Museum.

A simple vista, la Fête Guede, versión Collins Avenue, asemejaba una reunión de expatriados típica de Miami: comida nativa, tienda de suvenires, banderas extranjeras. En fin, un ensamble ya conocido para los que han vivido lo suficiente en esta ciudad.

Sin embargo, en el primer acto de la noche, conducido por la compañía de baile de Nancy St. Leger, era evidente que la dimensión esotérica de la festividad estaba aún vigente. No en vano, el atuendo de los bailarines era sobrero de copa, espejuelos negros y bastón, caracterización clásica del Barón Samedi.

Luego, durante el acto principal, la banda de culto RAM puso a bailar a los asistentes al son de lo que su vocalista y miembro fundador llama vudú rock & roots.  Mezclando ritmos ceremoniales con sonidos contemporáneos, la banda se hizo famosa por sus líricas cargadas de irreverencia política cuando la junta militar de  Raoul Cédras gobernaba Haití a principios de los noventa. Después de décadas de vida artística y la entrada de nuevos miembros, en el Bandshell los RAM dejaron claro que su espíritu combativo sigue intacto.

Y es que la esencia del vudú es contestataria, tal como lo explica Leonie Hermantin, directora de desarrollo, comunicación y planeación estratégica de la organización SantLa: “El vudú siempre ha sido una fuente de resistencia… es la religión de la rebelión… los africanos capturados como esclavos venían de reinos y centros organizados con grandes ejércitos, entonces el vudú se transformó en un portal para transmitir estrategias de batalla.”

Algo de esa beligerancia que describe Leonie se puede sentir en las percusiones de los RAM, en un sonido que traslapa con arpegios de guitarra antillana y líricas en idioma creole. Como cierre de su presentación, e inicio de la noche, Richard Morse, líder indiscutible de la banda, bajó del escenario y se unió a un ensamble de tambores y trompetas en lo que sería el comienzo de una procesión tal como lo dicta la tradición de la Fête Guede. Solo que en esta oportunidad, en cambio del cementerio, el destino era Sandbar, un local de deportes sobre la Collins Avenue donde la fiesta habría de continuar.

Con Morse sumergido en el bullicio, la masa humana se movió a la cadencia que marcaban los tambores, dando pequeños tumbos en una improvisada coreografía que empezaba a tomar su propia vida. En su clímax, una joven delgada de facciones finas lanzó gritos inteligibles con los ojos desviados sin perder el ritmo en las caderas ni la alegría en el semblante. Otros, entre soplos de tabaco y sorbos de ron, improvisaban
arengas mientras batían banderas roji-azules con la convicción que solo puede dar la pertenencia a un lugar.

Video a cortesía de Jacek Kolasinski.

Pronto, la algarabía empezó a contagiar a los transeúntes desprevenidos que se tropezaron con la procesión: desde balcones y vehículos personas ajenas al evento se unían con gritos y palmas a la extravagancia. Incluso, una mujer caucásica en ropa deportiva que paseaba una diminuta mascota se detuvo atónita para registrar el improbable acontecimiento en su celular. Y es entendible. En una ciudad donde lo genérico es cultura, ver una congregación que festeja las ánimas con sonrisas es todo un acontecimiento.

Poco a poco, las indicaciones imprecisas sobre el destino fueron apagando la procesión. Con un grupo ya diezmado, los músicos se detuvieron en la Collins Avenue con calle 71 para discutir si debían avanzar al norte o al sur. Una vez solventado el problema, y con la claridad que el local estaba un par de calles más al sur, la entrada de la procesión a Sandbar terminó por apagar un frenético recorrido que debió tardar unos 15 minutos. Y así, entre curiosos, creyentes y desprevenidos la familia de los guede cerró otro año más de celebración, esta vez desde tierras lejanas.

Alejandro Sanchez tiene una licenciatura en estudios internacionales y una maestría en ciencias políticas de la University of West Florida. A lo largo de su carrera ha trabajado como investigador para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), y el Estado colombiano en la implementación de políticas de paz. Actualmente, cursa la maestría de periodismo en español de la Florida International University.